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Cuerpos que cruzan fronteras: el testimonio como acto de resistencia

En los procesos migratorios, el cuerpo se convierte en un territorio político: es controlado, desplazado, marcado, rechazado o acogido. Las personas migrantes transitan fronteras físicas y simbólicas que no solo transforman su posición geográfica, sino también su corporalidad y subjetividad. En este sentido, el testimonio migrante puede entenderse como una forma de resistencia encarnada, donde narrar lo vivido significa también reinscribir el cuerpo en un espacio de lucha y visibilidad.

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Multitud

El testimonio, en tanto acto performativo, subvierte el orden dominante que tiende a despojar al migrante de su voz y de su humanidad. Al narrar sus vivencias —ya sea a través de la palabra, la escritura, el arte o el activismo— las personas migrantes desafían el poder disciplinario de las fronteras y exponen las contradicciones de los sistemas migratorios globales. Estas narraciones evidencian las múltiples violencias vividas: detenciones arbitrarias, violencia sexual, discriminación racial, separación familiar, pero también muestran estrategias de resistencia como la organización comunitaria, la creación de redes transfronterizas y la afirmación de nuevas identidades.

Desde una perspectiva feminista y poscolonial, es fundamental reconocer que los cuerpos migrantes no son pasivos. Muy por el contrario, ejercen agencia política al reapropiarse de su memoria y exigir justicia. Por ejemplo, los testimonios de mujeres migrantes sobrevivientes de violencia sexual no solo denuncian el abuso, sino que desafían los marcos normativos que las desprotegen. Lo mismo ocurre con las personas LGBTQ+ que relatan sus travesías huyendo de la persecución en sus países de origen, encontrando en el testimonio un refugio simbólico que da sentido y dignidad a su lucha.

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